Los tres reinos son efímeros como las nubes de otoño. Los nacimientos y las muertes de los seres son como un espectáculo de baile. parpadeante como un relámpago en el cielo, la duración de la vida de los seres corre velozmente cual catarata por una escarpada ladera.
Para comprender la transitoriedad correctamente, debemos reconocer que todos vamos a morir. Lo sabemos pero tendemos a ocultarlo, esperando que no nos ocurra. Nuestra conciencia de la certeza de la suerte y la esperanza de ser la única excepción desemboca en la pereza; la pereza surge cuando hay alguna esperanza de que o bien podemos ignorar la muerte o bien no tenemos que pasar por ella cuando nos llegue el momento. La pereza impide utilizar las preciosas cualidades humanas. El antídoto para ésta y otras tendencias habituales es la contemplación de la transitoriedad: manteniendo la mente en el recuerdo de la no permanencia, podemos ver que todas las cosas a las que nos apegamos o con las que nos encariñamos están sujetas al cambio.
La gran impermanencia de la muerte
Buda enseñó que la muerte es consecuencia de la vida. De la misma manera, la enfermedad aparece donde hay salud, la vejez donde hay juventud, la destrucción donde hay construcción. Esta lógica establece la ley de la experiencia misma y los meditadores deben ponerlo en práctica además de comprenderlo.
El hecho de la muerte no puede ser negado. Incluso los individuos dotados de una preciosa existencia humana están sometidos a la transitoriedad y a la muerte. No importa lo lejos que viajemos en las diez direcciones, no encontraremos a nadie que no lo haya experimentado. La mente más sencilla comprende que nada permanece igual. Hay una constante generación, degeneración, transformación y cambio. Todas nuestras experiencias -de gente, lugares y otros fenómenos exteriores, al igual que pensamientos y sensaciones internas- son transitorias. Una mente no lo comprende, conforma la base de la distrección y de las pautas habituales.
Se necesita una auténtica sensación de urgencia para aprovechar este preciso instante y hacer que nuestras cualidades den fruto. Para ello, debemos tener cierta experiencia de la no permanencia. Reflexionar sobre la transitoriedad de todos los fenómenos debería provocar una sensación de miedo, no unmiedo paralizante que nos impida ejercitar las tendencias positivas o llevar a resultado nuestro potencial, sino un auténtico sentido de urgencia frente a la fugacidad.
Así como el cambio y la transitoriedad surgen de infinitas maneras, lo mismo sucede con la muerte. La muerte como transitoriedad puede deberse a varios factores. Puede no ser una sola causa la que interrumpe una vida u ocasiona la muerte. Hay además diferentes experiencias según sea la dureción de la vida de los seres sensibles. La tradición tibetana habla de duraciones de vida de miles de años o tan cortas como de diez años, varios días o menos, propias de épocas degenaradas. Medita en los infinitos seres que padecen una vasta gama de experiencias, fruto de su karma.
Si la urgencia de la impermanencia no ha surgido aún, busca ejemplos en tu experiencia personal. Piensa en todas las personas que has conocido y que ya no están contigo. ¿Cuántos de esos parientes o amigos han muerto? En Las palabras de mi perfecto maestro, Patrul Rinpoche habla de los maestros realizados y grnades meditadores que, a pesar de serlo, estaban sometidos a la transitoriedad y no viven hoy. Cuando iluminamos el altar y ponemos hermosas imágenes de nuestros maestros, tengamos presente en la mente que la no permanencia afecta a todos, incluso a aquellos ante los que hemos hecho postraciones. Luego, apliquemos dicha comprensión a la no permanencia de otras circunstancias de la vida.
Vemos que cada movimiento es un paso más hacia la muerte. Acciones sencillas como comer, caminar o sentarse nos más a la saturación de dichas experiencias y a la muerte. Posiblemente pensemos que la duración de una vida humana es de setenta u ochenta años pero, cada mes y cada año, marcan el paso del tiempo. Además, independientemente de lo que pueda durar la vida, la muerte puede golpear en cualquier momento. Podríamos contabilizar el tiempo transcurrido y el tiempo que queda pero, aunque estuviésemos seguros de que efectivamente nos queda mucho, cada minuto que pasa, nos queda menos y no podemos aumentar el plazo. Teniendo en cuenta que el tiempo pasa y la vejez se aproxima, que es realmente cuando experimentamos la transitoriedad, ¿ por qué seguimos distrayéndonos y dudando?
En el momento de la muerte, cuando miremos atrás, la experiencia de la vida nos parecerá un sueño y, como ocurre con los sueños nocturnos, nos parecerá inútil haber invertido tanto esfuerzo en él. El miedo que experimentamos en un sueño desaparece cuando nos despertamos. Habernos asustado ¡no ha sido más que un esfuerzo innecesario que nos ha hecho perder el sueño! En el momento de la muerte, cuando miremos atrás, nos parecerá igualmente un derroche de nergía el tiempo que hemos pasado sumidos en la vacilación, la agresión, la ignorancia, el egoísmo, los celos, el odio, la uto preservación y la arrogancia. Por lo tanto, seamos capaces de percibir estos pensamientos y conceptos como sueños. En esta existencia ilusoria, ¿qué lógica, si la hay, se esconde tras la obstinación, la distacción, la vacilación o las emociones habituales de agresión, deseo, egoísmo o celos? ¿De qué sirve engancharse a estas emociones inútiles en un contexto de no permanencia? La transitoriedad es la naturaleza de las cosas.
Meditación
Comienza la meditación con la conciencia de que, incluso la tierra sobre la que estás sentado, está sujeta al cambio. Cuestiónate si alguna vez has visto o encontrado un ser sobre o bajo tierra que no haya experimentado la muerte. Si la respuesta es no, permanece en meditación con la conciencia de que tú tambien experimentarás transitoriedad. Incluso tu opinión y tu visión así como el esfuerzo que inviertes en pensar en las cosas, sean beneficiosas o no, distraídas o conscientes, es efímera. Siempre que puedas, contempla la transitoriedad y la muerte de todas las cosas, dentro y fuera de tí.
A continuación, piensa en todo el tiempo perdido en distracciones, falta de atención, dudas y sopor o incluso esperando a que lleguen las circunstancias apropiadas. Añade el número de años que ya han pasado y el número de años que pasarán en semejantes estados en el futuro. De hecho, ¿cuánto tiempo te queda para darte cuenta de que esta vida es un sueño?
La transitoriedad está presente en las causas imaginables e inimaginables. Una causa externa, por ejemplo un medicamento, puede prolongar la vida o causar la muerte. Elementos como la tierra, el agua, el fuego, el viento u otros fenómenos naturales como las montañas o árboles podrían causarnos la muerte. Ciscunstancias interiores, tales como la enfermedad o nuestras propias dudas, vacilaciones o pensamientos, también pueden manifestarse como causas de muerte. Tales fenómenos, externos e internos, tienen plena capacidad para ser causa de transitoriedad y muerte.
La impermanencia es el resultado de todas las causas transitorias o karma que hemos creado. El mismo Buda explicó que todo lo que surge de una causa -toda percepción, movimiento y forma- se deja atrás en el momento de la muerte. Sólo el karma nos acompaña en ese momento. Por muy fuerte que sean nuestra fijación y apego, no podemos llevarnos bienes materiales, cuerpo físico, amigos, parientes, maaestros, séquito o discípulos. No importa cuantos seres queridos nos rodeen en esta vida deseando no separarse nunca de nosotros; no importa qué rango o poder tengamos, no importa cuánto nos hayamos esforzado en mantener un hogar, una posición, conocimientos o habilidades en la oratoria o el debate, nada puede incorporarse a la experiencia de la muerte.
pretender conservar algo en el momento de la muerte no añade nada a nuestro tiempo o felicidad y no tiene en cuenta la simplicidad de soltar. No nos permite tener una sensación de logro en ese momento ni de ser una causa de felicidad para nadie más.
Si lo entendemos ¿por qué seguimos tratando de afianzar las posesiones materiales y el resto de apegos? La fijación y el apego sólo pueden subsistir en una mente en la que todavía hay esperanza: “tal vez un día pueda llevarme algo, si no cosas samsáricas, al menos algo budista: mi devoción, maestros, enseñanzas, objetos rituales”. Sin embargo, no se puede incorporar nada a la muerte salvo la causa y efecto de nuestro karma acumulado y la trascendencia de nuestra mente y visión, hasta donde sea ésta útil.
* Extraído de Esta preciosa vida, de Khandro Rinpoché. Ediciones Chabsol, 2009.